sábado, 9 de octubre de 2010

Línea de tiempo.

Fué más o menos así:

Un día te levantas y te das cuenta de que puedes mucho. Mucho más de lo que tienes. Entonces, te esmeras por estar ahí: reluciente, ante todos y sobre todos, sacudiendo la mano. Quieres más y te empeñas por pertenecer a algo, con esa imágen mental de tí misma que piensas que existe. Esa imágen está llena de encantos. Esa imágen no tiene frustraciones por delante, solo cosas buenas. Demasiados destellos.

Lo tienes todo, aunque sea ficiticio. En la cabeza todo funciona bien: Gente, lugares y momentos que necesitas. Aparece alguien y te enamoras. Todo va bien. Sientes que puedes lograr más. Así sigue el tiempo hasta que un día, te caes. Te golpeas tan fuerte, que te aturdes, te quedas mirando hacia abajo y con la boca herida. Una y otra vez. Y sientes que de la nada aparece gente alrrededor que ríe por verte ahí. Nunca pensaste que eso ocurriría, pero llega gente a tu alrrededor y ríe a carcajadas. Tu solo quieres taparte los oidos y huir. Arrancar lo más fuerte y rápido que puedas, pero el cuerpo ne te da para tanto y el correr se hace lento. Y te cansas. Te das cuenta de que los destellos no existen, de que sólo existen para los astutos, no para los flojos, ni para los callados. Esos no juegan en el juego. Y te vienes hacia dentro. Total y completamente hacia dentro.

Algunos se acercan a ayudarte, pero no es solo ayudar, hay algo más y tú no sabes como responder. Respondes sí, luego no. A veces quieres arrancar pero algo pasa que no te deja. Te ves en el espejo y piensas que en realidad no tienes más. Te ves protegida y abrigada, aunque la duda y la desconfianza te tienen ahí, en el limbo. Más golpes y tu hacia dentro y hacia dentro. El yunque en el pecho. Negro a fondo.

Un día abres los ojos. Sales del coma y ves qué hay. No hay mucho. Hay cosas incluso que es como que no pasaron, porque la gente trabaja para olvidar.

Te ves las heridas en el cuerpo y dices "el tiempo es el tiempo". Buscas en las fotos los momentos, los golpes y piensas que hay cosas que no eran para tí, que no tenían que pasar en tí, ni por tí, ni para tí.

Te ves en la cama, mirando la nada, pensando qué es lo que tienes. Qué es lo que hay que jugar, cuales son las piezas por mover, pero no sabes. No hay claridad porque eres inexperta. Porque nunca saliste a revolcarte en el lodo como hay que hacerlo. Como "normalmente" debe hacerse. Y lloras y no te resignas, porque todo lo que pensaste ser, todos esos destellos los viste demasiado reales. Porque eso fué lo que te encandiló.

Hoy te levantas y te das cuenta de que las coincidencias no existen, de que la gente es como icebergs, de que lo mejor es fijar tu propia huella y de que la fragilidad nunca te lleva a buen puerto. Simplemente no.

¿Y los sueños? No se sabe, son inciertos, pero se intenta trabajar.


El atardecer se abalanzó sobre mí nuevamente. Ando de azul y cuando eso pasa, siento la necesidad de contar que pasó y pasaba dentro de mi cabeza.
Quemar.
Siempre.
Aunque sea en una metáfora.

viernes, 1 de octubre de 2010